No vengo a mentir, a decir que no existen las ideas suicidas
en este barrio o que la vida es hermosa si le echas ganas; no, no vengo a
mentir. Hablemos.
De niño tenía el sueño de conquistar el mundo, recuerdo haber
trazado mapas con el poco conocimiento de los primeros años de escuela pública;
eso quería, soñaba con conquistar el mundo. Creo por eso me llaman las
narrativas donde se menciona tal acción.
Cuando creces te das cuenta que la vida es una mierda. Como
dije, aquí no venimos a mentir. La vida es una mierda con todas y cada una de
sus letras, sin más, sin eufemismos o palabras trastocadas para no herir los
sentimientos del seudo-algoritimo-dios. Estoy cansado, realmente estoy cansado.
Ni las vitaminas, ni escuchar música, ni caminar o esas cosas blancoccidentales
que dicen son re buenas para la tranquilidad; no, no han funcionado, bueno, cinco
minutos de pruebas y más me estresaron, me bajé de camión, no va para mi Centro.
Estoy cansado, realmente agotado; tengo una mochila tipo cartero, de lona, la
compré con mis primeras regalías de ese primer libro, fue lo primero, y compré
esa mochila en descuento por liquidación de esa tienda, vamos, su final le dio
comienzo a algo en mí. Casi ya 10 años de ello, esa mochila ha aguantado aeropuertos,
terminales de autobuses, paraderos de taxis a deshoras, noches en parques, dormir
en pisos ajenos, caminar buscando agua, andar sin techo, con techo; ha guardado
mi vida ahí, potes, navajas, cuerdas, puntas, papeles, tinta, botellas,
encendedores y cintas; todo para sobrevivir, al menos, en las calles porque
nunca sabes cuando el techo de hoy será el recuerdo de mañana. Esa mochila está
madreada, la he reparado con hilo varias veces, no creo aguante un año más; la
gente la observa y cuestiona el porqué la sigo usando si parece parte del
outfit de un giramundo. Me refleja.
Tengo tantas heridas, cicatrices; lesiones que no atendí en
su momento y hoy cobran caro el no haber tenido recursos para ello; me duele
todo, no es poesía, no vengo a mentir, como dije. Mi mochila refleja todo lo
que soy de mí, el sobrevivir a la muerte, ser reparado, tener marcas, seguir
como si fuera el primer día y no lo digo como forma de convencerte que todo se
puede, no, por mí fuera, ya renunciaba a todo, pero algo me mantiene acá.
Las redes sociales aburren, no hay nada en ellas, sólo
entretenimiento que se olvida a los minutos; no hay nada, ¿cuándo fue la última
vez que entablaste una conversación sin tener que usar “un meme” o un “reel”? ¿Recuerdas
ese vídeo que viste hace 3 días y le diste “me gustas”? ¿Lo recuerdas? Estamos
jodidos. No vengo a mentir, dije.
¿A qué viene todo esto? No lo sé. El escribir me salva, no
puedo dejar de hacerlo; servilletas, panfletos (de sexshops, productos o
religiones), muros, mesas, en mi piel; escribo en todos lados, apunto nombres,
palabras, de todo en todos lados; casi obsesivo, pero me mantiene acá. El
proceso creativo para colocarme tantas máscaras poéticas, porque es eso,
máscaras; lo que escribo no soy yo, no es que haya vivido eso o aquello, no;
son máscaras y duelen al retirarlas de tu rostro. Tengo la firme regla de no
escribir de mí ni de terceros, a menos, que paguen por hacer su biografía novelizada
o transcribir algo de ellos; fuera de eso, no puedo exponerlos. Uso el proceso
que aprendí en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM, CDMX) cuando estudié
arquitectura, es lo más cercano a calmar esta necesidad de escribir,
expresarme, llevar al límite mi imaginación. No es mentira cuando digo que la
escritura un día me va a matar, no es broma, no vengo a mentir acá.
Para mí, es muy fácil escribir del tema que sea, no lo digo
desde la vanidad, porque es muy sencillo para mí, pero sufro que pase, aun así,
transito por ese valle de espinas en una suerte masoquista por retar mi mente a
explorar nuevos campos.
¿Qué pasó con ese niño que soñaba con conquistar al mundo?
Sigue, al menos su recuerdo, porque ese niño murió hace mucho tiempo. Se le
ofrenda un dulce de vez en vez, pero ha muerto hace mucho; me dejó, en su lecho
de muerte, la tarea de seguir ese sueño… sí, me gusta la idea de conquistar el
mundo, pero será a mi manera, con la fuerza que este cuervo nacido del corazón
del caos tiene para afrontar al destino.
Desconozco quién esté leyendo esto, pero si te has llegado a identificar,
en verdad, no estás solo. Sé por lo que estás pasando. La vida es una mierda,
pero no estás solo.
Luis Antonio González Silva (@cuervocaos) para Palabra
Divergente
Fotografía en la publicación por Darya Skuratovich.
Se hizo con toda la intención para jugar con tu morbo, lo sé.
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