Los saberes que el hombre posee son, como se ha dicho en algún momento, la síntesis histórica de un cúmulo de experiencias y explicaciones teóricas que le hemos dado a la realidad. Desde que el hombre apareció en la tierra, ha pretendido explicarse el porqué de las cosas, y en consecuencia, buscar alternativas posibles para una mejor forma de vida, sin embargo, en ese proceso se dio el secuestro de los saberes populares por los grupos hegemónicos en el poder. Cuando la conciencia se volvió consciente de sí, pudo monopolizar la construcción de conocimientos socialmente construidos, dando lugar a una división social del trabajo intelectual. A partir de la Revolución Francesa y la Revolución Industrial y con el movimiento enciclopedista del S. XIX, la era de la razón y la empiria se instauran como medio de generación de conocimientos válidos y objetivos. Estas escuelas epistemológicas se fusionarían para constituir el paradigma del conocimiento científico con el método hipotético/deductivo. El desarrollo del hombre se vendía como orden y progreso para una emancipación posible. A partir de ahí, la ciencia llevaría al hombre a la plenitud. De lo anterior nacieron los especialistas en determinados conocimientos, generando con esto una polarización social que ha provocado a la largo de la historia, una distinción sociocultural y económica de dominación de los que poseen el conocimiento institucionalmente avalado, para con los que no lo poseen. El hecho anterior no se consolidó, al contrario, el mundo se presentó como un ente distópico, y los pueblos reclamaron para sí su voz, es decir, ser actores de su propia historia mediante una postura epistémica que se construiría desde lo colectivo.
Los saberes socialmente construidos y descubiertos, se han ido diversificando a tal grado que a nivel teórico, la pedagogía crítica tiene como base dichos saberes. Una vertiente de esta pedagogía crítica o de la resistencia la encontramos en el movimiento denominado La educación popular, mismo que tiene su génesis en América Latina con el pensamiento pedagógico de Paulo Freire.
La educación popular es una alternativa viable a la educación que a nivel institucional se viene desarrollando. Ésta, se fundamenta en los saberes colectivos, rescatando mediante el diálogo, el consenso y la razón, aquellos conocimientos que no se han generado de forma necesaria en la cátedra, pero que no dejan de ser válidos en tanto que se fundamentan en la experiencia y en la historia, rescatando expresiones diversas de la realidad que los sujetos vivimos a partir de fundamentos ético y políticos que afronten la dinámica cosificadora del capitalismo global. Si la educación institucional pretende homogeneizar con sus prácticas de competitividad, la educación popular por su parte busca desde diversos espacios la construcción de prácticas éticas, equitativas y justas, en las que sean los propios actores sociales y educativos los que determinen la dirección de los saberes a generar, apostándole al desarrollo integral de los sujetos que al aprender enseñan y al enseñar aprenden, partiendo de la premisa Freiriana; nadie educa a nadie, todos nos educamos entre todos.
En la educación crítica popular, el espacio educativo no se circunscribe a la escuela, al contrario, sale de ella para reencontrarse con la realidad, para cambiarla, rompe con los esquemas clásicos del profesional de los saberes, y a partir de los conocimientos colectivos se van buscando alternativas a la generación de nuevos conocimientos, lo que no quiere decir que el profesional en determinada área no aporte nada, al contrario, él, en un gesto de humildad pone sus conocimientos al servicio de todos. Así, se trata de generar un punto medio entre el conocimiento científico y el conocimiento popular, no se excluyen, se complementan, se ayudan, se fusionan. El objetivo común es la búsqueda conjunta de soluciones a problemas comunes partiendo del derecho y posibilidad que tienen los pueblos de decidir cómo desean vivir. De esta forma, la educación tiene como directriz no sólo la incorporación del sujeto al ámbito laboral, sino la de buscar y construir alternativas a situaciones no deseadas de la vida. Para tal fin, se debe hacer un análisis crítico de la realidad que se vive, es necesario pues, partir de una lectura del mundo y desde ahí, determinar qué es lo que no me gusta de lo que vivo, por qué no me gusta, y sobre todo, cómo lo podemos cambiar, teniendo como base la premisa siguiente: la educación no cambia al mundo, cambia a los hombres que han de cambiar al mundo.
Ahora bien, la educación popular no excluye a la educación formal, al contrario, la integra, discute con ella y en la práctica la modifica y la mejora, es decir, no es una postura dogmática que niega lo institucionalmente generado, más bien, busca el diálogo y retoma de ello todo lo que lleve al hombre a su plenitud, lo que también indica que tendrá una postura firme y crítica ante todo aquello que atente contra la integridad, los derechos y la dignidad humana. En este diálogo de posturas, el docente crítico que desde sus aulas pretenda desarrollar una educación popular, debe empezar viendo todo acto pedagógico como un acto de intervención social, y a los dicentes, como agentes de cambio poseedores de ricos conocimientos y experiencias pedagógicamente válidas, mismas que han sido generadas a lo largo de su vida en contextos diversos. Un instrumento efectivo que rescata los conocimientos populares en el aula de clases son las asambleas, en las que se desarrolla un ejercicio de diálogo constante en la búsqueda de soluciones a problemas comunes.
En otras palabras, la educación crítica popular le regresa la voz a los que les ha sido negado el derecho de hablar, volviéndolos actores de su realidad, le arrebata el monopolio de los saberes a los intelectuales, y pone al servicio de la transformación social con miras a la emancipación, sus procesos pedagógico educativos mediante una práctica horizontal, escribiendo en la vía de los hechos la historia de los marginados en una dinámica de equidad, respeto e inclusión.
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* Texto perteneciente al libro "Pedagogía crítica y crítica pedagógica", Ocampo, M. (2017). México: ATZediciones.
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