LO QUE SE MIRA TRAS LAS VENTANAS DE UN CARIBE 81





 

I.              Imágenes cotidianas

Esa mañana parecía prometedora, era sábado. Valeria adentro del coche, esperaba atenta a su papá quien depositaba gasolina en el tanque del corazón purpura –así le llama a su caribe modelo 81-.

- El señor dejó a su esposa en la farmacia, allá por mi escuela –en la región 100 -, llevaba una mochila en la espalda, y una playera blanca. Llegaron dos chavos como de 16 años, mientras uno le quitaba la mochila, otro le enterró un cuchillo varias veces. Bien feo, su playera se manchó de sangre. El señor se sacó el cuchillo y se lo aventó a uno de los chavos, pero no le dio, caminó tantito y se cayó. Bien feo, había un charco de sangre. Luego unas personas corrieron tras los chavos. La ambulancia tardó un montón, pero cuando llegó, el señor ya estaba muerto. Le pusieron una sábana azul, después llegó la policía y ya habían agarrado a uno.

Con ojos de incertidumbre, Valeria me cuenta su experiencia, a sus 11 años ha visto de cerca la muerte de un hombre. Los medios magnifican la escena y la venden como noticia policiaca. Al otro día en los pasillos de la escuela se recreará el hecho. 

Esa noche Valeria no puede dormir, la escena se repite varias veces en su mente, el miedo la invade y le manda mensajes por “WhatsApp” a su hermana externándole su miedo. Su hermana vive en la Reg. 231. Después todo sigue su curso, la violencia de la “Suburbe” se asume como un hecho natural y cotidiano que ha de perderse en la nota roja.

            Salgo a las 10 de la noche de mi casa, me dirijo a la tienda, a alta velocidad pasan a mi lado dos policías en motocicleta, le cierran el paso a 3 chavos que caminan en medio de la calle, los pegan a la pared y los catean… todos callan.


II.            Una muerte anunciada

Con el “Bum” de la internet en la década de los noventa y principios de dos mil, las fronteras culturales se abrieron, el cruce de culturas pinta oleos de diversas lenguas, vestidos, gastronomías, formas de ser, actuar e interpretar la realidad, pero también cruza mercados. Marcas de Oriente llegan a occidentes para buscar un lugar en un aparador de mexicalpan de las tunas. Se abren las fronteras a los capitales, y se cierran a los harapientos, solo unos pocos, lo menos, pueden degustar el festín.

            La cultura de consumo se agudiza, promete felicidad a la salida de una tienda comercial, y una jornada laboral más ardua para pagar lo aún no pagado: Los grilletes de plástico demandan pago de letras vencidas, hipotecas, y ofrecen más préstamos envueltos en sueños. Los medios de comunicación hacen lo suyo; venden lo inalcanzable, y comprometen sentimientos y quincenas a las marcas comerciales. Consumo, consumo y más consumo. Los jóvenes salen de las escuelas, dejan una realidad promisoria, para dirigirse a una realidad ilusoria… tiendas y más tiendas, mostradores, compra, venta, despilfarre de miseria y deseos en las carteras vacías. 

Ha llegado la hora de entrar a la preparatoria, la sociedad lo demanda, la extrapolación del ser y el deber ser se agudiza. Una división de clases sociales se gesta dentro de las instituciones de nivel medio superior. COBACH y CEBETTIS huelen  a joven Urbano, CONALEP y CECyTE a SubUrbanos –aunque esta división sea un engaño de estatus, pues en la realidad, todo están marginados y esta extrapolación es un engaño mental producto del capitalismo a través de la sociedad de consumo. Las escuelas privadas se cuecen aparte, por sí mismas venden estatus y prestigio –son empresas en toda la extensión de la palabra- a excepción del Colegio Kukulcan que incluye en su quehacer a los jóvenes excluidos.

Luis hizo examen de admisión a CONALEP, es de los más 1000 rechazados. Ese día llegó a su casa, sus papás, obreros, lo regañaron, le dijeron que no mantenían a huevones, Luís salió de casa, se fue a la esquina, encontró a Pedro, a Marco y a María, ninguno estudia -historias similares: No pasaron el examen de admisión, sus papás no les pueden pagar una escuela de paga, les piden que aporten a la casa, salen a buscar empleó, les piden experiencia, NO HAY TRABAJO, y los que hay, violentan la dignidad humana.  Ellos no tienen nada, solo el barrio, la calle, la clica, a ellos mismos, a nadie más… pintan las bardas: “100 LEY”. Al fin un espacio propio, al fin la reafirmación del ser frente al otro, al fin un sentido de autoridad y de reapropiación, al fin le declaran la guerra a lo establecido, a la sociedad.

            Luís vio unos tenis en la plaza, los quiere, son lo de hoy. Cada semana va con sus cuates y los ve, los desea, con ellos podrá volar como Jordán, podrá correr, podrá ser alguien más. Sus bolsillos están vacíos, en su casa le exigen dinero, se sale nuevamente al barrio con el peso en la espalda, se encuentra a Marco, el otro México, es decir; El México profundo.

Está decidido, Luís tendrá los tenis y Marco tendrá para comprar una grapa, es funcional, entre la televisión y la cocaína no se sabe cuál aliena más, pero esta última construye otras historias donde Marco es el protagonista, es Dios, es sobre todo él mismo. Por su parte, la Televisión muestra a la Señorita Pretelín burlándose de los más, de los desarrapados, de nosotros, nos dice proletarios, gatos, miserables. Anuncia las reformas Estructurales, anuncia que con ellas, no habrá oportunidad para Luis, Marco, Paula, José, Petra y Pablo en la escuela… Anuncia una muerte que viene apresurada.

            Llegan a la farmacia, Marco saca un cuchillo, pide el dinero a quien atiende, Luis observa, entra el señor con su esposa, Marco los mira, dirige el cuchillo hacia ellos, los señores salen, Luis corre tras el señor, le jala la mochila, el señor voltea, Marco llega y lo hiere varias veces… 

Valeria mira anonadada desde el Caribe modelo 81 de su papá.

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