En toda la obra de Jorge Ibargüengoitia se notan vasos comunicantes con Don Quijote de la Mancha, El lazarillo de Tormes, José Joaquín Fernández de Lizardi y su Periquillo sarniento y toda su obra picaresca; Vicente Riva Palacio y su ironía; Amado Nervo y su personaje Tello Téllez, así como La fenomenología del relajo de Jorge Portilla. De la misma manera tiende puentes con La comedia del arte italiana, en la forma de construir sus personajes y los diálogos; así como El sketch de Jesús Martínez Rentería “Palillo”.
Las novelas y los cuentos de Jorge Ibargüengoitia son una
secuencia de escenas cuasi teatrales que de manera hilarante construye eslabón
tras eslabón una cadena de anécdotas irónicas, satíricas y paródicas.
Ibargüengoitia desarrolla un arte de contar la anécdota cambiando la lógica
entre el clímax y desenlace: la rompe, no es el desenlace que nos marca la
mente, sino que el final es otro distinto e inesperado y surge la ironía, la
gracia, el chiste —Jorge Ibargüengoitia dominaba el arte del “punch line” *. La
risa, el humor en el arte es la máxima expresión de la inteligencia creadora.
Jorge Ibargüengoitia conoce bien nuestra memoria histórica
y, cambiando los nombres de los personajes y los lugares geográficos,
transgrede las convenciones literarias para presentarnos la esencia de los
hechos históricos de manera picara, chistosa, irónica, que nos produce gracia y
risa, pero que de otra manera sería solo reportaje o crónica de los diarios
encargados de notas con fotos sangrientas y mujeres encueradas. Tampoco hay
fechas ni nombres que memorizar. Le quita el cartón y el bronce a la historia.
Los personajes de Ibargüengoitia no quieren ser héroes, ellos son gente común.
No hay maniqueísmo en su obra, ni sermones de moral ni
metáforas éticas, sin embargo, si hay bastantes matices en los caracteres de
los personajes: esto es lo que el lector le pide al poeta, al artista, al
escritor.
La mayoría de sus escenas son bien teatrales y la imagen del
lenguaje corporal utilizado en su obra novelesca no corresponde al guion;
pareciera que son farsas teatrales, tragicomedias —esto es congruente con la
formación dramatúrgica obtenida con Rodolfo Usigli, así como su trabajo
escénico y autor teatral.
No nos presenta las epopeyas, las grandes batallas o al
héroe mítico, sino al pobre diablo, al vencido, al temeroso. La exploración de
los vicios humanos es el tema recurrente de su literatura. Este tratamiento
dado a sus personajes, atmosferas y ambientes es lo que lo catapulta fuera de
su comarca literaria: Cuevano, Plan de abajo, Pedrones, etc. De la misma
manera, sin ahondar mucho en la psicología de sus personajes los humaniza, los
presenta como seres de carne y hueso; esto hace que su literatura sea universal.
Invierte, subvierte y revierte la historia para poner al
historiador oficial en evidencia, pero conservando la esencia de los hechos,
esto le permite poner de relieve los defectos de la sociedad, sus vicios, su
doble moral.
Dos crimenes, Los relámpagos de agosto, Los pasos de Lopéz, Las muertas y La ley de Herodes, ademas de otras novelas y obras dramaturgicas de su autoria bien vale la pena leerlas.
“En 1974, Octavio Paz afirmó: «Ibargüengoitia, sin inventar
nada o apenas nada, hace del relato de hechos reales una obra de arte».
Entusiasta, añadía que «el artilugio supremo consiste en conquistar la
naturalidad», cosa que Ibargüengoitia lograba con «una desenvoltura no exenta
de rigor»
En opinión de Paz, las novelas de Ibargüengoitia son «una
variación del tema inacabable, el primero y el último, el verdadero y el único
tema del arte literario: la naturaleza esencialmente misteriosa de los seres
humanos… En el arte de la novela la pregunta sobre la realidad o la irrealidad
de la realidad se presenta como la descripción de esa zona donde el mal se
distingue difícilmente del bien, el crimen de la inocencia».
En la mezcla de emociones y situaciones transcurre la
cotidianidad, pero también emerge lo inesperado. Al respecto, Paz señalaba: «El
lazo entre la pasión íntima y las circunstancias exteriores es un verdadero
nudo que estrangula a los hombres. Los antiguos llamaban a ese nudo destino,
fatalidad. En el mundo moderno la fatalidad es social».
Al trasladar esa fatalidad a la literatura se puede optar
por el drama, por la tragedia… o por la ironía.
«El humorista es siempre un moralista. Serio, Ibargüengoitia
nos hace reír. La risa es una defensa contra lo intolerable. También es una
respuesta al absurdo. Lo verdaderamente cómico es que todo sea como es».
Sin titubeos, Paz afirmaba: «Jorge Ibargüengoitia es uno de
los mejores novelistas hispanoamericanos» (Generaciones y semblanzas, Obras
completas de Octavio Paz, FCE, 2006)
«Mis novelas están llenas de anécdotas que no podría haber
inventado por lo grotescas y graciosas que son; sin embargo, cuando se
presentan en una novela se piensa: bueno, es muy chistoso y no tiene nada que
ver con la realidad, pero no se dan cuenta que estas cosas así pasaron», llegó
a comentar el escritor”
*Un "punch line" (o punchline) literalmente
significa "línea de golpe" o "línea final", es
la parte culminante o remate de un chiste, historia o rima que provoca una
reacción humorística que impacta en el lector, oyente o espectador y su función
es romper la lógica de la narración y darle el sentido gracioso al final de la
frase.
Foto tomada de la red.
José Luis Salgado Marín
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