De esto, de aquello y de lo otro que nunca hablamos







 Para el escrito de esta semana (espero poder entregar al menos dos en los días que quedan) se encuentra vaciado un poco de mi enojo y mi sentir al escuchar las voces de todas y todos los oprimidos está el ímpetu de la lucha afrodescendiente. Si algo me enseñó Nina Simone es que la supremacía sobre el color de la piel es peor siendo mujer. Mis amigas de piel morena, hermosas todas, viven en su misma carne los tratos que, si fuesen hombres del mismo color de piel no sufrirían. 


Esto lo escribo escuchando Jayne Cortez de Sylvia Robinson, gran poeta y artista quién acompañada con la batería, la trompeta y demás instrumentos propios del blues me transporta hacia un lugar en el que nunca seré protagonista pero sí una observadora que buscará no dejar que ni la policía ni hombre o persona alguna en su patriarcal visión de la vida les humille y las vuelva objeto de burlas.


Escribo esto también porque una de mis caricaturas preferidas de cierta casa productora, está provocando una ola de comentarios ofensivos disfrazados de lógica por elegir a una mujer afrodescendiente como protagonista de la nueva versión de La Sirenita; si bien es cierto que en la animación se inspiraron en el cuento de Anderson, la realidad es que nosotros no sabemos cómo son las sirenas ni mucho menos si realmente existen lo cual permite así un enorme abanico de posibilidades. 


Por ejemplo, según los autores griegos de la antigüedad las sirenas son seres alados con cara de mujer que con su canto, provocan la desgracias de los hombres. En la Odisea podemos observar cómo el imaginario de Homero convirtió a las sirenas en esas criaturas aladas que con su canto buscaban embaucar a Odiseo prometiéndole conocimiento, entre otras  virtudes. En sí, la mitología grecorromana nos explica de varias formas el origen de los míticos seres.


Destacamos algunas versiones que esa monstruosa transformación se debió a que no hicieron nada para evitar el secuestro de Perséfone por Hades y otras versiones incluso que afirman que su origen se debe precisamente a que se les dieron alas para perseguir al rey del inframundo y rescatar a la hermosa mujer. 


Esto me provoca reflexionar sobre las historias que nos contamos todos los días, la percepción de la realidad “alterada” con los ojos de espectadores insensibles y mal informados, con un hambriento poder que nos dan las pantallas. Y con ello, también me hace pensar en el gran descaro de la casa del ratón que en sus películas parece decir I Love Being Black robándole la voz al gran Smokey Robinson.


Las sirenas se vuelven parte del imaginario colectivo, encarnan seres que toman cualquier forma y aún así queremos que tengan la piel blanca y el cabello pelirrojo como lo dicta la versión cinematográfica de 1989 que, dicho sea de paso, tampoco cumple con el canon del cuento original.


Como bien lo dijo Clermont-Ferrand en su estudio La sirena como figura de la desdicha en la literatura contemporánea de lengua española, “La literatura es, sin duda, la prueba más clara del funcionamiento de la capacidad creativa del ser humano.” y en este caso, la casa de ratón está manifestando una vez más su capacidad para generar recursos a partir de algo tan básico como la oferta y demanda (que hoy a tres años del asesinato de George Floyd me sirve a mi también). 


Además de esto la comunidad también se encuentra de luto tras la pérdida de la gran Tina Turner. Muchos artistas afrodescendientes dejan este mundo sin ser ovacionados como la diva, sin embargo sus canciones poco a poco se irán reflejando en nuestra vida diaria. Algo similar me sucedió con Big Mama Thornton y su versión de Hound Dog que todos conocemos gracias a Elvis Presley.


Pero ¿Qué es todo esto si no el terror del hombre blanco hacia lo otro? Terror que se refleja por ejemplo en el cine de zombis que se creó gracias a las historias de los viajeros luego de los roces coloniales con el vudú. No cabe duda que poco nos falta para soltar nuestros dedos y atacar aquello que no cumple con nuestros estándares.


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