La profecía cumplida de Triquitrán


En 1952, los famosos arqueólogos Alfonso y Ramón hicieron el descubrimiento más grande de la historia mexicana y que, sin embargo, muy pocos dieron la relevancia merecida al hallazgo que, sin lugar a duda, hasta la fecha no tiene par. Allá por el pedregal de San Ángel, al fondo de una caverna, los restos de un cavernario se revelaron ante sus ojos maravillados por el grado de conservación. Y no era para menos, tal especimen no sólo conservaba en buen estado la ropa y utensilios de hace unos diez mil años, sino que incluso conservaba buena la salud y la vida misma, quizá en la única diferencia que la había mantenido letárgicamente.

            En su contacto con Yolanda, la hija del industrial, nos enteramos de que el nombre de ese sujeto es Triquitrán, además podemos observar varias cosas de interés que merecen destacarse aquí. Primero, como hemos sido testigos de la lengua sintética o telegráfica del cavernario, lo que vemos en los primeros contactos entre Yolanda y Triquitrán no es en sí una interpretación/traducción entre dos lenguas diametralmente distintas, sino más bien una adecuación a una variante de la misma lengua, es decir, vemos el contacto dialectal de una misma lengua apenas opuestas por el tiempo, así como su avance hacia la homologación en una variante estándar. Segundo, el sistema didáctico utilizado por Yolanda para lograr esa variante estándar es vocálicomusical y de igual modo, colonizante, puesto que, el sentido de la enseñanza-aprendizaje es siempre desde el “mundo ideológico” de ella, hacia el “mundo ideológico” de él. Realmente ella nunca se interesa por el mundo de Triquitrán, pero no adelantemos conjeturas, para la época (y ésta también) siempre se mira todo a través de los ojos del aquí y ahora. Tercero, no es fortuito que la forma de ponerse al día sea a través de los diarios, sin embargo, ellos llevan a Triquitrán a reflexiones profundas y a conclusiones trascendentales, una de ellas es que todo el mundo son crímenes, guerras, bombas atómicas, etc.

            Es en estas reflexiones que dejamos escapar lo verdaderamente importante de la palabra de Triquitrán. En la desesperación por entender el mundo de entonces recibe la noticia de que Yolanda se casará con alguien muy similar a un enemigo del pasado, dicha la noticia, él intenta hacerle ver su error. Aunque quizá quien no alcanza a ver el error es el propio Triquitrán, pues, como el mismo dice, sigue soñando; y la cosa es que está soñando con nuestro mundo, como si en el infinito curso del tiempo fuera un mismo punto 1952 que 2020.

            Enamorado de la evocación de Jade en Yolanda, le canta una canción del pasado para que en el presente lo recuerde a él y en esa canción se van mezclando las visiones de un futuro extraño, nuestro futuro: 1) estaré junto a ti toda, toda, la vida, 2) en la buenas, de bajada o de subida 3) y tendrás una cueva distinguida, 4) con huesos de dinosauro y bibabababa 5) será caverna moderna con luz y gas, con calefacción interna por delante y por detrás, tendrá su reloj moderno que nos diga qué horas son, tendrá tocadiscos, radio y también televisión.

            ¿Será que esas remembranzas a las que apela Triquitrán son de su época? O ¿será que, luego de la lectura que ha hecho de ese nuevo mundo al que ha llegado, lo que hace es profetizar el futuro? Me inclino por lo segundo. El veinte-veinte nos ha sorprendido con una pandemia que nos obligó a mantenernos en casa, nos obligó a resguardarnos como cavernarios en nuestras cuevas modernas. Algunos, los más (des)afortunados, encontraron la muerte tras enfermar de este virus y con ello entraron a la eternidad de la muerte para acompañarnos por siempre desde las sombras, desde ahí estarán junto a nosotros toda, toda, la vida. Mientras nosotros aquí veremos la forma de cómo ayudarnos en comunidad, en las buenas, de bajada o de subida.

Nuestras casas, en el privilegio de la sanidad, del resguardo, serán distinguidas como el mejor lugar para pasar la pandemia, serán la caverna platónica desde donde imaginaremos el afuera y lo configuraremos. Los huesos de los dinosaurios se habrán vuelto plástico y con ello las herramientas de casa podrán ofrecer una vida más ligera y llevadera. La caverna moderna ofrecerá la luz y el gas para muchos, en cuanto que para algunos habrá los privilegios de la calefacción y el aire acondicionado. Todas con un reloj deprimido en sus horas que seguirán pasando y contando los minutos de encierro, los días, las semanas, los meses… La música de fondo repitiéndose, haciéndonos ver que no hay canciones suficientes para pasar una pandemia. Y la televisión ahí, parasitaria de la información, apenas como el ave de mal agüero diciéndonos constantemente que aún no se acaba el covid.

Triquitrán vio nuestro futuro, pero nadie le entendió.

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