Las calaveras: una tradición más allá de lo literario



Como autoridad en la materia, el crítico literario Juan Domingo Argüelles, escribió acerca de la ignorancia poética evidenciada en la adulteración mediática y popular de las calaveras. Su fundamentada postura, sin embargo, no fue del agrado de otros escritores cuya visión es menos ortodoxa literariamente, por decirlo de esa manera, y más "permisiva". 

La "amonestación" de Juan Domingo Argüelles (dos textos afines entre sí publicados por su autor en 2002 y 2013 respectivamente) fue republicada en el sitio PlataformaColectiva.org [leer] y tuvo una repercusión prácticamente nula pues solamente fue leída por otros escritores (casual...), los cuales simplemente detectaron una actitud soberbia y poco constructiva por parte del crítico literario Argüelles. Deduzco que las reacciones de tales escritores, amigos míos, por cierto, se generan debido a enfocarse únicamente en la amonestación como tal. Y es que, viéndolo bien, a eso se reduce: a una amonestación como tal. Cabe decir que para poder hacer una amonestación, quien la recibe debe participar conscientemente de ciertas normas.
 
Ante la misma falta de conocimiento de la gente, los medios y el sistema educativo, que, sin mentir, denuncia el crítico literario, quizá debió optar por una intención más constructiva y evitar así las percibidas fanfarronerías de un ser que defiende un subgénero caduco como subgénero, y una tradición viva con todo y lo antiliteraria que sea para los estudiosos de una materia que no tiene una función necesaria actualmente.

En lo personal, las calaveras no me emocionan ni en su presentación de subgénero literario ni en su económica seudoforma de tradición palabrera causante de algo así como logorreas transitorias forzadas y nada creativas. Tanto en la una como en la otra versión, su irrelevancia queda manifiesta precisamente en su función de rebote, es decir, de algo que se tira y regresa al mismo lugar sin haber cumplido una función necesaria más que la de entretener, justo como rebotar una pelota en un rato de ocio. Entonces, aunque Juan Domingo Argüelles diga mucha verdad, es como decirle a un borracho que está borracho, o sea, es tan evidente e innecesario, y solo demuestra una necesidad comprensible de destacar su hartazgo aumentado por la falta de atención que el mismo hartazgo tiene como efecto ante la incomprensión y desinterés generales.

Con lo antedicho me refiero a su observación de que las calaveras ya no fungen como literatura, sino que son simplemente palabras ociosas y aduladoras incluso sin ingenio, y que ya no tienen ritmo ni calidad satírica genuina ni están formados sus versos por ocho sílabas, eso es obvio. De modo que, sin menospreciar su evidente y a la vez, para lo actual, absurdo conocimiento del crítico literario, los comentarios de los escritores Salvador Fernández [leer] y Mauricio Ocampo C. [leer] resultan más relevantes, atinados y útiles, en su centro de intención: la libertad creativa con todo y sus posibles resultados "ignorantes", ya que, como dice el mismo Argüelles, pero entendiéndolo de una manera más amable y precisa: hay cosas que, hoy por hoy, ya no se logran ni yendo a la escuela. Porque la escuela no sale de su crisis educativa (no transmite ni lo importante, cuánto menos lo ornamental), y la crítica es un acto infructífero y sin sentido en este contexto, ante lo cual se percibe como lo que posiblemente es: alardear mediante un menosprecio que a nadie le importa. Con mucho respeto al, mediáticamente, destacado autor. 

Publicar un comentario

0 Comentarios

AVISO:

Esta página es un espacio plural, por lo que los autores participantes no pertenecen a una misma ideología, criterio, postura o forma de pensar que los unifique; existen importantes desacuerdos y diferencias evidentes. Es necesario mencionar que cada autor es responsable exclusivo de su propio contenido, tanto en el mensaje que transmite, como en cómo lo transmite, incluso su redacción, gramática, ortografía, lenguaje, imágenes gráficas, tiempos de publicación, anacronismos, sarcasmo, formalidad, academicismo, opinión, etcétera.