Los porqués de tres palabras importantes: «posverdad», «meritocracia» y «aporofobia»

Hay muchas palabras que se ponen de moda y se usan incluso sin saber si se hace correctamente; algunas de tales palabras son vistas con desconfianza precisamente por su uso indiscriminado, y se llega a pensar que no tienen razón de ser cuando ya existen otras palabras que dicen lo mismo.  Tal es el caso de la palabra posverdad, la cual no se ha librado de cierto desprecio, inclusive proveniente de algunos intelectuales. 

«La lengua es como un organismo vivo, siempre está evolucionando con la introducción de nuevas palabras y la desaparición de otras. No hay un conjunto cerrado y estricto de palabras como a veces se piensa que es el diccionario», expresó, para la BBC, Javier Bezos, especialista en ortotipografía de la Fundación del Español Urgente.

Ahora, como a menudo, intentaré ser lo más conciso posible para exponer la justificación de la palabra posverdad, la cual es la misma que su explicación, y aprovecho para, también, hablar un poquito sobre la razón de ser de otras dos palabras: meritocracia y aporofobia. 

La palabra meritocracia es usada de manera ambivalente, siendo vista, hablando en términos sencillos, de manera positiva por gente que se inclina más a la derecha, mientras que la gente que se inclina más hacia la izquierda mira a la palabra meritocracia con cierto repudio. Es decir, no a la palabra como tal, sino lo que conlleva su mal versionado significado (su implicación social). Ya que esta palabra, a diferencia de la palabra posverdad, no ha tenido peros en su aceptación de uso, el debate yace en a qué hace alusión.  

En el caso de la palabra aporofobia la cuestión es más sencilla, es una palabra muy reciente, pero su fenómeno-significado, lógicamente, le antecede, y no podía diferenciarse (el fenómeno) en otras palabras que no alcanzan a situarse como sinónimas. Empecemos. 


Posverdad

Esta palabra no puede ser simplificada al ubicarla como simple sinónima de mentira o falsedad, pues, aunque pareciera una palabra que se explica por sí sola, no es así, pues ni pos ni verdad son palabras cuyos significados completos se expliquen en un par de oraciones cada cual. 

La palabra posverdad no es sinónima de mentira, engaño, o falsedad, de lo contrario no tendría razón de existir; y su moda tampoco ha sido una casualidad, ya que coincide, y aquí comienza a entenderse, con el auge de la tecnología de la información, particularmente alrededor de iniciados los años dos mil. 

De hecho, la palabra posverdad fue declarada palabra del año en el 2016 por el diccionario Oxford e integrada en el 2017 por el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Esto, pues debido a su gran y justificado uso, el cual comenzó en 1992 en el idioma inglés como post-truth, refiriéndose a un detrimento de la relevancia de la verdad, es decir, que no se refería sencillamente a mentir, sino más bien a que la verdad perdía importancia. 

Cabe mencionar que Internet, aunque surgió a finales de los años sesenta, fue hasta los años noventa que comenzó (www) a cobrar fuerza hasta convertirse en lo que conocemos hoy día, y, este sistema de comunicaciones nos trajo muchos pros y contras, siendo frecuentemente el pro lo mismo que el contra. Por ejemplo, la gran velocidad con la que una nueva información circula internacionalmente, colándose información falsa o descontextualizada. 

Con frecuencia se tiende a confundir a la posverdad con las fake news, lo cual es similar a confundirla con la mentira, pero la posverdad tiene un significado que implica en gran medida al usuario de Internet con su respectiva actitud en torno a la información que elige. Por ejemplo, si una persona simpatiza con un candidato político y circula una noticia de que tal candidato apoyó a un sector desfavorecido de la población y eso no es cierto, pero el simpatizante comparte dicha información con apariencia verídica, el simpatizante no está mintiendo como tal, porque él no generó dicha información, pero sí está contribuyendo con su falta de filtros, con su ausencia de corroboración, a que una información circule masivamente y se vaya percibiendo como verdad para muchos. 

En un ejemplo similar, si un candidato pasa por un barrio pobre por motivos desconocidos y algún simpatizante lo ve y lo fotografía, y ese simpatizante sube las fotos a las redes sociales diciendo lo humilde que es su candidato, ¿quién miente ahí? Ni el simpatizante ni el candidato (a lo mejor sí es un tipo humilde, aunque ese hecho no haya sido la prueba); pues digamos que la situación avanza y se viraliza que el candidato es una persona humilde, qué importa saber o explicar, tanto para los simpatizantes como para los miembros del partido político del candidato en cuestión, lo que hacía en aquel barrio, pues la idea ya proliferada de que es una persona sencilla y humilde le está beneficiando a un sector, lo cual no necesariamente constituye una mentira, pero sí un aprovechamiento (oportunismo) ante la irrelevancia de cierta verdad. 

Como comenté que sería conciso, me evitaré seguir dando ejemplos un tanto escuetos. En sí trato de poner bajo tu propia lupa lo que es esta palabra posverdad y por qué no es sinónima ni de mentira ni de falsedad ni de fake new, ya que consiste en dejar de lado si es cierto algo (o qué tan cierto es), e involucra a más de una persona (o un “mentiroso”), ya que se manifiesta en actos que se ejecutan sin ponerse a pensar en si tienen algún tipo de trascendencia social, como por ejemplo dar por hecho informaciones que carecen de contexto o hasta de veracidad, tan solo porque nos agrada lo dicho, y que esto tenga como consecuencia, entre otras tantas, una pérdida de control sobre la circulación de información y creencias mezcladas. 

La posverdad apela a la emoción, así que cabe la posibilidad de que uno mismo haya propiciado la posverdad, cuando afines a alguna ideología compartimos algo que va de acuerdo a lo que pensamos, aunque no hayamos efectuado ningún tipo de corroboración.  De manera que la posverdad tiene un poder mediático (y a la inversa), político y social, que, lamentablemente, tiende a beneficiar más a quien más tenga ya de por sí poder, ya que en ocasiones puede darse no solo accidentalmente sino de manera intencional, ejecutándose desde la inversión ($), el marketing enfocado a las emociones, el darle por su lado al pueblo, hipócritamente, y así, mediante un conjunto de mecanismos generadores de posverdad, mantener el poder. 


Meritocracia 

El primer uso de la palabra meritocracia fue en 1958, en el libro (desde su título) The Rise of Meritocracy, de Michael Young. En dicho libro de ficción, Young habla sobre una sociedad del futuro en la cual el mérito es vital para lograr una posición de élite; es decir, su primer uso no tuvo el propósito que recurrentemente tiene hoy día: analizar una realidad ya presente. 

Esta palabra, al igual que las palabras aporofobia y posverdad, es una palabra compuesta, pero a diferencia de la palabra posverdad, las palabras que la componen son, por decirlo de algún modo, más concretas. Mérito y poder (cracia) se entiende mucho más rápido (como el poder del mérito) que “después de la verdad”, por referirnos de modo muy simplificado a pos - verdad. La palabra pos y especialmente la palabra verdad llevan consigo hasta una necesidad de reflexión filosófica, mientras que la palabra mérito y la palabra poder, aunque también son sospechadas filosóficamente, tienden a concretizarse más cómodamente.  

Ahora bien, estando juntas, mérito y cracia, algo ocurre, surge una problemática, ya que, aunque entendemos bien lo que es un mérito, no entendemos así de bien quién hace un mérito y, por ende, quién “suma un punto” para tener “poder”. 

Siendo que el fin de este texto no es ilustrar próvidamente el verdadero significado de la meritocracia, sino más bien solo recordar por qué la palabra meritocracia es correcta en nuestro lenguaje… es precisamente la discusión de lo que es el mérito y lo que es el poder lo que hace de esta palabra un concepto acerca de algo real que tiene contraposiciones en la sociedad humana. 

No sería lo mismo hablar en frases extensas sobre por qué ciertos hijos de millonarios no hacen necesariamente méritos para “volverse” ricos cuando ya lo son, que poner sobre el debate una palabra que encapsula mucho acerca de discursos contrapuestos entre sí y así lograr, mediante un concepto debatible, una posibilidad de dialéctica o de debate con más agilidad y menos pérdida de tiempo. 

Es decir, hay palabras que nos ahorran varias frases introductorias y nos permiten ir más directo al grano, lo cual sí genera un aporte en nuestro lenguaje y en nuestra comunicación. 


Aporofobia

y un indeciso guiño a mansplaining

La filósofa Adela Cortina utilizó la palabra aporofobia desde 1995, ella misma la propuso para integrarla al diccionario de la lengua española, sin ser aceptada sino hasta finales de 2017, mismo año en que dicha palabra fue declarada palabra del año. 

Adela Cortina notaba que las palabras xenofobia y racismo no hablaban de lo mismo que la palabra aporofobia, pues aporo viene de pobreza y frecuentemente se ve cómo muchas personas despreciadas no lo son precisamente por su color de piel o por su país de origen, sino por su cartera vacía. 

En una conferencia de TEDx (que a veces tiene cosas muy buenas y a veces no) Adela Cortina explica el porqué de la palabra aporofobia y qué mejor que ella para obtener su porqué. Comparto a continuación el vídeo, en el cual, de hecho, hay cierta explicación sobre el motivo para tener nuevas palabras, ante lo cual me hago una autocrítica debido a mi titubeo para validar en mi propio lenguaje una palabra muy utilizada por las feministas, la palabra mansplaining, ya que me parece que no concretiza ninguna realidad, pero a la vez, me parece que sí, solo que no tan severa como la plantean. 

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