Diógenes de Sínope. Juglaría

Diógenes Laercio, filósofo que nació en Turquía en el año 412 a. C el año perteneciente a la escuela de los cínicos No, no estoy hablando del cinismo de todos los políticos ¡No! Estoy hablando de los Cínicos, una corriente de pensamiento filosófico, una manera de razonar y entender el mundo y la vida. Los Cínicos valoraban la pobreza como una virtud y Diógenes quiso llevarla a su máxima expresión. Él tenía la idea cínica de autarquía: una vida natural y ajena a los lujos de la sociedad. Según él, la virtud es el soberano bien. Los honores y las riquezas son falsos bienes que hay que despreciar. El principio de su filosofía consiste en renunciar por todas partes lo convencional y oponer a ello su voluntad Férrea. El hombre inteligente debe tender a liberarse de sus deseos y reducir al mínimo sus necesidades. El preguntaba a la gente: ¿de qué dependes para ser feliz? ¿Del dinero, del sexo, del poder, del placer? ¿A poco si no te emborrachas no eres feliz, a poco si no tienes una camionetota del año no eres feliz? ¿Y cuando no tengas sexo, camionetas, casotas, dinerote, poder, entonces serás infeliz? ¿Dependes del que dirá la gente? ¿Si te dicen que eres fregón ríes y si te dicen tonto, lloras? ¿Dependes de la moda y si no estás a la moda sufres? Esa fue la piedra angular del pensamiento de Diógenes, y la tomó al pie de la letra. Un día se encontró un barril de pulque llenecito y estuvo como los peces en el rio que beben y beben y vuelven a beber. Y empezó “dulce dolor dulce tormento que haces ahí vamos pa dentro” “Aguas de las verdes matas tú me tumbas, tú me matas, tú me haces andar a gatas” Todo un filósofo del pulque y poeta del aguamiel, que pregonaba: “Soy hijo de buenos padres y me crie entre los magueyes, yo me tomo mi buen pulque y no agua como los bueyes.” “Aquí hay curado de lima, de melón y de manzana; si a usted le gusta mi prima, a mí me gusta su hermana.” 

En fin, un día se acabó el pulque, que era del bueno, del Tlachiquero, del muchachero, del que hace alacrán. Solo quedo el barril de pulque vacío, así que le quito la tapa acostó al barril y ¡madres! ahí dormía. Si señor ahí vivía. Vistió día y noche el mismo manto sucio y raído; caminó descalzo tanto en invierno como en verano y como equipaje no tenía más que un bastón, un platito de barro para comer y bebía agua con sus manos. Además, hacia caca donde le daban ganas. Un día un policía, que lo encontró haciendo sus necesidades en el mercado le dijo: ─ ¿Qué haces, Diógenes? Y Diógenes contesto ─Nada. ─Como nada ─dijo el guardia─ ¿y quién hizo esa cacota. Bueno ─dijo Diógenes─ esa, pues ya la traiba hecha y nomas la vine a tirar aquí.

Por las mañanas, diario iba al zoológico y regresaba feliz, pero un día regreso muy triste y alguien le pregunto ─ ¿Qué te paso, Diógenes? ─ Y él respondió─, pos ya ves que en el zoológico dice “Favor de no darle de comer a los animales”. Pues, hoy, al llegar al zoológico el letrero decía: “Favor de no quitarle la comida a los animales”. ─Y estoy aquí tronándome los dedos, con el estómago pegado al espinazo. ¡Ni un mendigo cacahuatito pude probar! ─concluyó─.

Una ocasión se estaba masturbando en el Ágora, y si alguien le decía algo, él les contestaba: "¡Ojalá frotándome el vientre el hambre se extinguiera de una manera tan dócil!". Un hombre adinerado le convidó a un banquete en su lujosa mansión, recalcando en que allí estaba prohibido escupir. Diógenes hizo unas cuantas gárgaras para aclararse la garganta y le escupió directamente a la cara, alegando que no había encontrado otro lugar más sucio donde desahogarse. Tenía sus de gallina, el pelao.

Un día, uno de sus alumnos le dejo una lámpara sobre el barril para que Diógenes se alumbrara de noche, sin embargo, Diógenes, sarcásticamente la usaba de día alumbrando a gobernantes, políticos y comerciantes voraces y cuando le decían: ─Ora wey, ¿porque me alumbras en pleno día? ─Contestaba─ Busco un político o gobernante honrado, pero tú no eres.

Así que Diógenes, tenía una lámpara y le dio por pasearse por las calles de Atenas, candil en mano, gritando que buscaba a un hombre “justo” y no lo encontró, busco por toda Europa y no lo encontró, pero Diógenes vino a América, llego a México, se paró frente a La Cámara de Diputados, y... ¡Ahí fue señores! ¡Si ahí fue! ¡Ahí fue donde le chingaron la lámpara a Diógenes! Y colorado colorín, esta historia verídica llego a su fin. Bueno, todo es neto menos el pulque. El barril y todo lo demás, sí, es neto.

Pintura: Diógenes sentado en su tinaja. Jean-Léon Gérôme (1860)

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