¡Feliz Navidad, quiero ser influencer!

 

Hacer compras en fechas de festejo nacional e internacional como la navidad, año nuevo, algo por festejar con presión social si no te unes; es un quilombo, no, una flor de quilombo majestuosa.  Filas por todos lados, gente estresada, caos, codicia, desesperación, si no fuera por los villancicos sería una escena digna de un Círculo del infierno. Pero no se viene a hablar de ello, de momento, hablemos de la tristeza que emana de las redes sociales.

 

En fechas de festejo van a desfilar miles de fotografías, publicaciones y mensajes conmemorativos, siempre deseando lo mejor y de buena voluntad; vamos, los discursos son lo mismo, dan ganas sólo de colocar “ídem + año anterior” y hasta sería original, o colocar el nombre de alguien random que ya “publicó” sus buenos deseos porque lo hizo de buena voluntad.

 

Stop! Parece que es una publicación para tirarle hate a la navidad, de momento no. Sentando las bases, con lo anterior podemos denotar algo y que van a experimentar, gente random publicando cosas como si fueran Mariah Carey en 1994 si hubiera tenido redes sociales.

 

Aquí empezamos el tema. David Aliagas, CEO de BeReal, app de posteo de fotografías al estilo de Instagram, aunque con la enorme diferencia que sólo te permite 1 publicación al día, la cual, está condicionada a ser una fotografía tomada con tu cámara delantera y al mismo tiempo con la cámara frontal (selfies), ambas se combinan y así se publican dando sentido a su nombre: BeReal. Este concepto de implementa por la necesidad plástica (y en algunos puntos insana) de mostrar algo en redes sociales por el efecto de sentirnos influencers entre nuestro círculo de amistades. David Aliagas, para el sitio web de Magisterio (Peiro del Valle, Marta. 26 octubre 2022, España) sentencia duramente el uso de nuestra vida digital (algo que más adelante será revelador, espero estéis sentados): “Las redes sociales son solo postureo y muy poca gente se atreve a colgar la parte más mundana de su vida (…)” y tiene razón, claro que sí.

 

Existe un patrón muy marcado por la nueva deidad de internet: santo algoritmo. Todos hablan de él, nadie sabe cómo es en realidad. Algo es cierto, si tienes 10,000+ seguidores no te dará la misma interacción si tienes 300; es algo que pasa, no se puede negar, sucede. Eso obliga a que enganches por “subir seguidores” como si fuera el pan nuestro de cada día. ¿Qué provoca esto? Una distorsión clara de la autovaloración y el éxito, desarrollo personal y desempeño en colectivo; es una realidad, duramente vivimos una vida real que le urge digitalizarse para ser aceptados por gente tan random como nosotros. Aclarando, esto no lo digo yo, existen estudios psicológicos hablando del tema, desde marzo 2020 hasta marzo 2022 se estudió a fondo el efecto de las redes sociales en nuestra cotidianeidad.

 

“Está bien que la gente muestre su mejor cara porque para eso están hechos estos espacios. Sin embargo, el problema surge cuando, en vez de ser un espacio de goce, resultan ser la forma principal de conocer al otro". David Bonilla, psicólogo y profesor Universidad de El Bosque, Bogotá (Colombia).

 

Alicia Martos en su sección "La Comunicación no verbal", mencionando en su post "El éxito del fenómeno influencer explicado por la psicología" (14 octubre 2021; 20 minutos, web) toca dos aspectos importantes: la necesidad de pertenecer y la sensación de ser escuchado. Claro que esto es muy bien aprovechado por agencias de publicidad; incluso, los políticos se meten a estos juegos (haciéndolo horriblemente, en algunos casos de pena ajena), es aquí donde encontramos el mayor error. Vamos a eso.

 

Las agencias de publicidad tienen el enfoque de su entorno, consolidar el trabajo con influencers porque les ahorran el trabajo de investigación y saben que esos seguidores se les puede ofrecer u ofertar un producto en específico. Es una maravilla, se hablamos capitalistamente.

 

Álvaro Blanco (CEO de Native Talents) menciona sobre la labor del influencer, la cual es: crear comunidad siendo ésta con cimientos fuertes en la confianza y creíble. ¿Entonces lo que hago en redes sociales no es ser influencer? No, lo lamento, no, sólo tienes la necesidad de compartir y tener aprobación de terceros. Suena a burla, pero se debe dejar en claro la situación.

 

El querer ser influencer es un sueño de sobreexposición de la vida personal, si es que a eso se le puede llamar vida persona, le apuesto a un distorsión filtrada y maquillada de una perspectiva de realidad, sí, así de asquerosa.

 

El mensaje Álvaro Blanco (para el sitio web de La Vanguardia, artículo por Marc Mestres, 04 de abril de 2021, España): “Normalicemos que no todo lo que vemos en redes sociales es real”.

 

Fuerte, aunque es la verdad. Nada en redes sociales es real, es real para el mundo digital, pero no es real. Puede que un 3% sea real, lo demás de una careta, una fantasía digitalizada. ¿Cuándo compartes algo en redes sociales, es necesario, hay algo de valor o sólo es un necesidad de decir algo para sentir que tienes presencia en un mundo de digitmentiras? Sé que habrá gente diciendo “es que yo lo uso para publicitar mi negocio”, pues bien, good, palmadita al hombro y siga con su buena labor.

 

¿Tenemos necesidad de hacer una vida falsa en redes sociales? Sí, de lo contrario no existirían. #MomentoParaLaReflexión

 

 

Escrito por Luis Antonio González Silva (@cuervocaos) para Palabra Divergente. 24 de diciembre de 2022.

Photo by @plantsfor_persephone



 

 

 

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