La explotación de la pobreza: la forma más moral de ganar seguidores en redes

 


Vivimos en la era de los medios. 

Esta no es una afirmación nueva, solemos escuchar con regularidad en una charla convencional tanto como en las mismas redes que utilizamos para nuestra comunicación y a las cuales les debemos esta globalización, no solo de nuestros pensamientos, sino también de la cultura y, por supuesto, del contenido que nos representa como país.

Uno de estos contenidos que se ha vuelto viral en México y que, sin duda alguna, nos caracteriza junto con otras vertientes, es el que se hace a través del apoyo a la población vulnerable en condición de pobreza en nuestro país, algo que, aunque no podemos negar y merece ser atendido con la seriedad correspondiente, no siempre es congruente con la intención del discurso, lo que convierte a estas poblaciones más vulneradas en un medio para capitalizar y hasta comercializar con el dolor de la pobreza.

“El dinero no hace la felicidad”, suelen decirnos en redes sociales personas que disfrutan del privilegio económico que les permite afirmar que no son los ingresos monetarios los que te dan paz y tranquilidad; sin embargo, en esta país, son los ingresos económicos los que te dan estabilidad, una forma de conseguir acceder a temas, ya no romantizados, como lo son la cultura y la actividad intelectual, sino algo tan simple como la salud, la alimentación y la vivienda.

Durante los últimos años hemos visto una revolución de las noticias, la información y la cultura dentro de los parámetros del uso de medios. Hoy en día, cualquier persona con celular, es capaz de convertirse en un líder de opinión a través del uso de sus redes sin necesidad de poseer un contenido crítico y de utilidad para la población, pues solo es necesario contar con el móvil para poder compartir opiniones que, lanzados a la masa, pueden ser fomentados, reproducidos y hasta copiados por los consumidores.

Esto tiene un gran impacto en la forma en la cual tratamos la información, lo que tiene como consecuencia un cambio en nuestra percepción de los medios, las imágenes públicas y la sociedad, así como aspectos más abstractos como lo es la moral.

Irónicamente, no hemos cambiado demasiado. La falsa ilusión de información nos lleva a creer que por consumir un contenido estamos siendo conscientes de nuestro entorno; sin embargo, esto solo es una máscara, un engaño del que nos hemos hecho parte y que se alimenta de nuestro consumo más que de nuestras acciones, pues la capacidad crítica no es algo que sea necesario para el consumo y, si bien, muchos canales informan acerca de sucesos de importancia y relevancia para la población, la interacción inmediata que suscita a través de opiniones y reacciones en redes, no es igual al seguimiento de ningún caso, lo que da a la población que consume la falsa idea de consciencia social cuando en realidad, no se ha cambiado nada.

Esta particularidad está ligada con el capitalismo. Se nos hace creer que a través de las pequeñas acciones de consumo estamos librando una batalla que nos permite sentirnos “menos culpables” por estar posicionados en una zona donde no somos vulnerables1 a pesar de que, en realidad, no fomentamos ningún cambio; algo así como el placebo de rectitud moral que da el comprarse un café de Starbucks por encima de un café de olla de la esquina con la promesa que se cuida a la naturaleza con la extracción de dicho consumo.

Existe un caso que, tal vez, las personas que mantienen redes desde hace un tiempo, recuerda: la foto de un niño sirio ahogado en la playa que denunciaba el horror de la guerra y que se convirtió en algo viral cuando, el conflicto de Siria, llevaba ya una buena cantidad de años junto con la muerte de miles de niños que, sin ser retratados, se encontraban en las mismas condiciones. ¿Sirvió de algo el compartir esta foto? No, dado que islamofobia, el racismo y las quejas en contra de la comunidad extranjera, se mantuvo. Fue un suceso de moda, algo que otorgaba “superioridad moral e intelectual” a quien lo compartía como una forma de demostrar se mantenían ilustrados; sin embargo, la problemática prosiguió y, hoy en día, el suceso se ha olvidado.

Los mexicanos, aunque no nos guste, no tenemos mucha diferencia con Trump.

En México, cada año recibimos poco más de un millón de migrantes que pasan por nuestro país para seguir el sueño americano o que bien, se mantienen aquí con el fin de obtener un mejor futuro; sin embargo, esta solidaridad mexicana que suele llenar todo medio durante los partidos de fútbol y que nos gusta repetir en redes como parte de nuestra cultura, es algo que contrasta con las acciones mostradas al momento de la interacción, desde algo tan simple como una queja a raíz de esta inmigración o el gesto despectivo cuando nos encontramos con un compañero migrante.

Los mexicanos, aunque no nos guste, no tenemos mucha diferencia con Trump. Nos ofende la forma en la cual habla de los mexicanos como generalización en USA, al mismo tiempo que en México nos referimos de forma despectiva a quienes vienen del sur.

El lucro con la pobreza no es algo nuevo. En el pasado, podemos observarlo a través de programas televisivos como “Cosas de la Vida” o “Laura en América”, donde estas conductoras aprovechaban la situación vulnerable de sus panelistas para explotar sus problemáticas con el fin de mantener el entretenimiento. Los medios han cambiado desde entonces, pero esta prensa amarillista, la explotación del vulnerado, es algo que se mantiene.

Un ejemplo de esto es Jaime Toral, un presentador de Veracruz que se hizo viral a raíz del caso expuesto de Doña Leticia, una mujer que afirmaba no poder caminar y a la cual le brindó apoyo a través de sus redes sociales, algo que en teoría debería ser bastante positivo pero que no es más que la explotación de su imagen.

Pongamos las cosas claras: Doña Leticia, una mujer en condición de pobreza, con una posible depresión, con un hijo que sufre de adicción a las drogas y vulnerada económicamente, convertida en la imagen de este chico para resaltar dos cosas: La primera, que él es “muy bueno” al apoyarla; la segunda, que la mujer posee actitudes que los consumidores de su contenido pueden y juzgan a través de su superioridad moral.

El condicionamiento de su ayuda así como la búsqueda activa a través de sus preguntas para causar polémica y subirlo en redes, convirtió a Doña Leticia en un meme andante que hoy se maneja como clips en videos de otros creadores de contenido, stickers para la mensajería instantánea y hasta frases cortas que se convierten en parte de la cultura pop. Una mujer que, repito, se encuentra vulnerable y que ha servido para que este creador de contenido adquiera mayor número de seguidores explotándola y exponiéndola al escrutinio público, sin miramientos, para lograr su cometido.

Por supuesto, hay muchas personas que erróneamente piensan que Doña Leticia debe estar agradecida con Jaime Toral por el “apoyo brindado”; pero eso tiene raíz en la falta de crítica y el poco valor que se le da a las personas vulnerables. Jaime Toral no está dándole ninguna ayuda dado que las cosas que le puede brindar deberían considerarse como un pago a Doña Leticia para prestarle su imagen en sus publicaciones. Doña Leticia, como cualquier otra persona que se convierte en parte de videos que capitalizan su reproducción, debería de obtener un pago (no doscientos pesos, no "una ayuda") por su participación, de forma que la despensa o la consulta médica que Jaime Toral pueda proporcionar, solo queda como un pago no oficial ante estos servicios.

¿Cuál fue el problema con Doña Leticia? La actitud, sin duda. Con la creencia generalizada y errónea que la persona vulnerable debe ser humilde (y entendiéndose como humilde la sumisión y el actuar de podredumbre, de víctima, que se exige a las personas en su condición), ella no cumplió con los parámetros establecidos para que los consumidores sintiera simpatía con ella, lo que demuestra que la ayuda, la empatía y la solidaridad está condicionada por el agrado que podamos sentir a otro por encima de la necesidad de apoyo a las personas más vulnerables.

Porque Doña Leticia es vulnerable. Sin importar si su enfermedad es física o psicosomática, si miente al respecto o si es alguien agradable o “caprichuda”, es una persona que sufre de necesidades económicas y que no debería seguir siendo vulnerada por aquellos que, desde la comodidad de una red social, solo juzgan su imagen por no satisfacer la idea que se tiene de los “pobrecitos”.

En México, los ancianos en situación de pobreza, especialmente las mujeres, que son las más vulneradas2, existen desde siempre. Necesitar esta clase de exposición para entender que estamos en un país en donde la pobreza es la falta de pan de cada día, es solo una de las muestras de nuestra poca capacidad crítica hacia la realidad, de nuestra ignorancia y de este consumo irracional y desmedido que nos mantiene en una burbuja con el fin de mantener este erróneo status quo que nos da tranquilidad a sabiendas nosotros vivimos mejor y tenemos “mayor calidad moral” que otras personas. Apoyar este contenido en donde el presentador busca la forma de exponer situaciones risibles de parte de la persona vulnerada para crear polémica (algo que Toral hace en sus videos con Doña Leticia haciéndole preguntas o comentarios que sabe causarán polémica), es solo una forma de seguir explotando a una población ya explotada y que, sin importar los comentarios de apoyo, los rezos o las afirmaciones de cómo “se ayudaría a esa persona de tener la posibilidad”, sigue siendo vulnerada por esta clase de contenido que, como Toral, muchos otros creadores (veáse, Juanpa Zurita, por nombrar uno, con el documental en donde nos explica como él solo es buena persona y no debemos juzgarlo por nada que no sean sus intenciones), aprovechan para lucrar con el sufrimiento de otros.

Pero ellos no son los únicos culpables. El principio de mercado en el cual la demanda es lo que propicia la creación de un producto, se mantiene; y mientras nosotros como consumidores sigamos viendo estas situaciones como algo normal, seguirán existiendo aquellos que a través de sus videos, utilicen la imagen de los más vulnerados para convertirse en líderes de opinión con su ayuda condicionada y su superioridad moral y social en nuestras redes.

No, lectores. El apoyo que pueda recibir cualquier persona vulnerable de parte de alguien que lo está grabando y utilizando su imagen para capitalizar, no es algo que debe agradecerse. El creador de contenido tiene la obligación de dar un pago a esas personas por explotar su imagen, y mientras que no tengamos esta parte clara y nos parezca que los presentadores son “muy buenos” por dar una limosna a aquellos que más lo necesitan, no vamos a solucionar nada; por el contrario, estamos apoyando la explotación de los ya vulnerados para mantenernos en nuestra burbuja de “aquí nada pasa” en donde, a través de una reacción con corazoncito, acallamos a esa consciencia social que nos deja saber que hay algo mal, de raíz, en la forma en la cual gran parte de la población mexicana vive.

Porque la gente vulnerable económicamente no solo necesita “ayuda”, necesitan justicia. Y nosotros, como sociedad, es algo que debemos ayudar a brindar, así sea en acciones pequeñas como en negarnos a propiciar la explotación de una imagen como parte de este falso y tan mal atinado humor en redes.


[1] Tomando en cuenta que la mayoría de la población vive en la pobreza, si no extrema, sí medida; y que se nos educa para creer que no lo somos debido al aprovechamiento de ofertas de mercado que nos permiten adquirir ítems de consumo fetichista que nos dan una falsa sensación de no pertenecer a la clase más baja en México.
[2] Tomando en cuenta que aquellos adultos mayores que más sufren de pobreza son las mujeres; y que la explotación de sus imágenes sí es machismo, dado que el creador de contenido está explotando mujeres para capitalizar sus vistas.

Referencias:


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