Me llaman TERF mientras encienden la hoguera

 


    No, no soy una cismujer, una persona menstruante ni una útero portante; soy una mujer, una palabra ya ocupada que no designa un sentimiento, una forma de vestir, un rol social; mi inclinación sexual, mi expresión sexual, mi socialización y hasta mi psique.

    Hay una palabra de moda entre todos aquellos que no saben diferencia entre sexo, género, expresión de género y rol de género: TERF. El nuevo “bruja”, el “feminazi” de la generación “woke” que no ha terminado de despertar y de toda esa industria que sigue siendo patriarcal y sigue lucrando a través del cuerpo femenino. Lo veo repetido, una y mil veces por personas que consideran que todavía nos definimos por nuestros gustos, ropa y forma de actuar sin entender que el ser mujer no solo es una cuestión biológica o psicológica; sino un constructo social que se nos asigna desde nuestro nacimiento en función a nuestro sexo.

No, no soy una cismujer, una persona menstruante ni una útero portante; soy una mujer, una palabra ya ocupada que no designa un sentimiento, una forma de vestir, un rol social; mi inclinación sexual, mi expresión sexual, mi socialización y hasta mi psique.

    Al nacer no nos preguntan qué somos, nos socializan con lo que tenemos entre las piernas; y así, las mujeres no decidimos sufrir opresión por sexo, porque lo que somos no es una opción, no es un sentimiento, no es un levantarme en la mañana y decidir ser mujer, sino algo que se nos impone desde niñas y que se refuerza con el paso de los años. Nosotras no decidimos ser perforadas de las orejas de bebés, utilizar ropita en color rosa, flores y otros aditamentos “femeninos”; no decidimos ser producto de los machismos que nos enseñan día a día, de las frases más utilizadas por la sociedad que nos distancia de los “niños”; y en los peores casos, tampoco qué jugar o qué regalos recibir mientras la sociedad nos cría como mujeres.

    Mujer: alguien que creció y se formó a partir de estereotipos de género (abstracto, no medible, social y no intrínseco) debido a la vulva con la que habitamos entre nuestras piernas. 

    Pero ¿por qué esta lucha ha comenzado a tomar fuerza?

    Primero que nada porque al patriarcado siempre le ha gustado utilizar el “divide y vencerás” con la idea de que existen muchos feminismos, cuando somos uno solo; uno con una raíz que se pretende olvidar al llamar “verdadero” al feminismo liberal, ese que es más light, aceptado, aplaudido y hasta reconocido por no ser “violento”, cuando la realidad es que la violencia la vivimos nosotras desde el momento en el cual nacemos.

    No, las mujeres feministas no odiamos a otras comunidades; pero tampoco estamos dispuestas a ceder y dejar se nos invisibilice a favor de su discurso. Las mujeres, finalmente, no somos una minoría; y nuestro movimiento no se designa por emociones o sentimientos, sino por posiciones políticas, sociales y económicas contrastables con nuestra cotidianidad. Lo personal también es político, eso no lo olvidamos; así como no olvidamos que se nos acusa de no ser precisamente como el patriarcado quiere que seamos: sumisas, abnegadas, maternas.

Mujer: alguien que creció y se formó a partir de estereotipos de género (abstracto, no medible, social y no intrínseco) debido a la vulva con la que habitamos entre nuestras piernas.

    No, no planeamos invisibilizar a ningún movimiento; en especial porque nosotras mejor que nadie sabemos lo mucho que pesa el patriarcado en nuestras vidas y entendemos el sufrimiento de aquellos que no siguen sus reglas; pero así como yo, mujer latina, no puedo desligar mi feminismo de mi raza y etnia; tampoco puedo adoptar el papel paternalista de hablar por todos aquellos que sufren un tipo de violencia muy específica y distinta a la que nosotros sufrimos, solo por una estandarización que valide un movimiento. Tener un enemigo a vencer en común no significa que nosotras como feministas estemos obligadas a maternar su lucha, a hacer a un lado nuestras peticiones y hasta nuestra propia identidad para dar paso a un movimiento con el que tenemos tantos puntos en contra, empezando por los más obvios:

    EL FEMINISMO ESTÁ CONTRA EL PATRIARCADO

    Las feministas somos antipatriarcales; por ello, no aceptamos ni aplaudimos el discurso en donde se nos señala como “privilegiadas” por nacer mujeres; pues la opresión a partir del sexo existe y nosotras, mujeres, no hemos decidido nuestra opresión. 

    Ser mujer no es un estereotipo sexista. No somos ropa, maquillaje, hipersexualismo. No somos un tipo de personalidad y tampoco somos un rol de género; somos seres independientes que han sido sometidos a la socialización del género, ese que ansiamos eliminar para que nadie se sienta “fuera de su sitio” solo por tener gustos que la sociedad le dijo pertenecen al otro sexo. Para nosotras, la ropa es simple ropa. No hay zapatos de mujer, no hay vestidos de mujer, no hay maquillaje de mujer; hay solo zapatos, vestidos y maquillaje, y puede utilizarlos quien quiera sin que tenga que ser señalado solo por no darle gusto a la sociedad en lo que le definieron era su género.

    Tu moda no te define. Tus gustos tampoco. Ser “femenina” no es un rasgo de personalidad; porque al ser mujer, todo lo que haga, será femenino: si me gustan los cómics y los videojuegos, si practico fútbol o nunca uso vestido. Todo eso es feminidad, porque proviene de mí, y yo soy mujer.

    EL FEMINISMO ES ANTICAPITALISTA

    Regresando al punto en el cual el feminismo es una teoría y no un sentimiento, tenemos una base ideológica en contra del sistema capitalista, mismo que explota el cuerpo femenino en todas sus vertientes, no solo en humanos sino en animales también. La procreación es, después de todo, la razón de nuestra opresión; por ello nosotras no apoyamos a las grandes empresas, financiadas y respaldadas por el capitalismo, mismas que lucran a través de las imposiciones para generar más ingresos.

    Al respecto de esto, las feministas somos las primeras en pedir una revisión a los manuales como el DSM-V, en donde la disforia se presenta con puntos arbitrarios para diagnosticar; de la misma forma que hacía unos años se señalaba a la homosexualidad como un trastorno.

    El género, como ya se ha señalado, es plenamente social; y este se define a través de nuestra sociedad; por tanto, aspectos señalados en el manual como el uso de la ropa, juguetes o actitudes del “otro género” es solo una forma arbitraria e intrascendente para diagnosticar a individuos que, al enfrentarse a una nueva época, no están ligados a las construcciones arcaicas de género.

    No, ser mujer y querer usar pantalón, ser chico y usar vestido; ser mujer y preferir usar herramientas, ser chico y preferir jugar con bebés; no son rasgos sólidos para diagnosticar una disforia, algo que también se utiliza erróneamente puesto que esta va más ligado directamente a la autopercepción del cuerpo y los genitales que a lo que usamos o cómo nos divertimos. Considerar que un género es erróneo porque nos gustan cosas distintas a las ya marcadas, es sexismo. Las mujeres no somos menos mujeres por no querer jugar a las barbies y los hombres no son menos hombres por maquillarse. Respaldar estos diagnósticos cuando aún siguen siendo tan poco definidos solo refuerza la ideología machista que nos dijo las mujeres debemos jugar a los trastecitos y los niños con carritos.

    Señalar esto, de paso, tampoco te hace intolerante; es una realidad que vivimos constantemente y que ayuda a lucrar cuando existen tantos testimonios de personas que pasaron por un proceso de reasignación y que no están cómodos al terminar debido a la falta de profesionalidad al momento de diagnosticar una disforia.

    EN CONTRA DE LA SUBROGACIÓN DE VIENTRES

    Las feministas estamos completamente en contra de lucrar con el cuerpo femenino, en especial con una industria que se fortalece en la necesidad y vulnerabilidad de las mujeres para dar oportunidad a otros, aquellos que convenientemente pueden pagarlo, para convertirse en padres.

    La paternidad no es un derecho; y las mujeres que pueden dar a luz, quieran o no quieran hijos, no están obligadas a ayudar a aquellos que no pueden tenerlos. Existen otras vías para la maternidad, como lo es la adopción; pero apoyar este movimiento que vulnera a las mujeres más marginadas y con menos privilegios en pos de aquellos que pueden acceder a un pago oportuno va en contra de nuestro movimiento.

    No, ser madre tampoco es un privilegio cisgénero; porque la misma maternidad suele ser una imposición de género, esa que nos dijo a todas las mujeres que estamos incompletas si no deseamos ser madre y algo con lo cual las feministas seguimos peleando; puesto que la maternidad es una decisión y no ninguna obligación; señalar que somos privilegiadas por poder ser madres es una idea absurda y sí, también machista.

    EN CONTRA DE LA PORNOGRAFÍA

    No, no estamos a favor de la pornografía feminista, esa forma light en la cual los liberales se abren paso para seguir lucrando a través de la sexualidad. Pornografía es pornografía, sin el feminista a un lado, y el movimiento no lo apoya debido a que sin importar si es un calvo pizzero y rudo o un amante romántico, se sigue lucrando a través del cuerpo de la mujer. 

    Esto no significa que como feministas estemos dispuestas a juzgar a aquellas que deciden lucrar a través de su cuerpo; pero entendemos que esta decisión también es una imposición patriarcal, un modelo en el cual se nos enseña a las mujeres a utilizar nuestros cuerpos como moneda de cambio, una decisión que trae detrás el peso del sistema, como lo es en muchos casos el matrimonio o la misma maternidad. Entenderlo y cuestionarlo no es juzgar, es avanzar hacia el estado feminista que nuestro movimiento espera.

    El logro de una comunidad a través de la pornografía, al considerar que se les valida como mujeres, está invisibilizando parte de nuestra lucha, esa en donde nosotras reclamamos: ¡Hey! ¡Que tengas un cuerpo aceptado por el patriarcado no es una validación! La sexualización del cuerpo femenino es un problema con el que lidiamos todos los días debido a los medios y la mercadotecnia como para que tú aspires a serlo, pasando por encima de una lucha que lleva décadas para eliminar este vicio de consumición.

    EN CONTRA DE LA PROSTITUCIÓN

    Y aquí es otro punto importante, dado que muchos consideran que debe ser un derecho debido a que alguna (o alguno) puede tener gusto por la profesión; sin embargo, las feministas sabemos que las cifras no mienten y que la gran mayoría de las mujeres involucradas se encuentran en dicha profesión por necesidad (de nuevo, culpa del sistema) o sometimiento, por la trata de blancas y por las mismas temáticas que ya se han señalado en los puntos anteriores: el Capitalismo y la sexualización y explotación del cuerpo femenino.

    No, nosotras no podemos ir de la mano con un movimiento que está a favor de la prostitución, dado que entendemos que algo así somete a nuestras compañeras, que es el resultado del Sistema Patriarcal con el que queremos luchar y que no estamos dispuestas a seguir propiciando; de la misma forma que entendemos, irónicamente, que su movimiento también es de los más vulnerados por esta malsana comercialización sexual en donde lo importante es la satisfacción de quien tiene la capacidad económica.

    No, a nadie debería importarle que haya personas que no puedan tener relaciones con otras; porque el sexo no es un derecho que todos se ganen solo por existir, y si alguien no quiere tener sexo contigo, no deberían de culpar a ningún movimiento, puesto que no es obligación de nadie aceptar un coito cuando no se quiere.

No, a nadie debería importarle que haya personas que no puedan tener relaciones con otras; porque el sexo no es un derecho que todos se ganen solo por existir.

  Estos, entre muchos otros rasgos, son los más significativos en nuestras diferencias; y como feministas, son puntos que no podemos dar a vencer o torcer, puesto que suspender la lucha y la búsqueda de resolución en los mismos, es un punto atrás en nuestra lucha.

    Las feministas seguimos recibiendo el odio de aquellos que no quieren nuestro avance. Mensajes de comunidades que hacen apologías de las violaciones y el feminicidio son un pan de cada día; pero el hecho que puedan utilizarlo para bromear significa que a diferencia de nosotras, no es un temor y una realidad con la que viven. Nosotras, en cambio, no podemos tomar estos temas a la ligera. Y si alguien puede, es porque tiene muy jodida su empatía.

    No, no somos fóbicas. Si soy lesbiana y no quiero tener sexo con alguien que se define mujer pero sigue teniendo un pene, no es ningún “techo de algodón”, es mi derecho como mujer a no querer tener sexo contigo. Si digo que maternidad es una cosa femenina, no es porque esté siendo fóbica; es porque las mujeres se embarazan, y por muchos trasplantes de útero que se realicen, seguirá siendo una condición femenina. Si digo que menstrúo, porque soy mujer, no es porque sea mi privilegio, sino porque mi cuerpo está hecho para sangrar una vez al mes, sin que yo lo haya decidido. Sí, Rowling puede ser una feminista blanca y liberal, pero su caza de brujas es una muestra más de cómo el odio a la mujer persiste, de manos de comunidades más “despiertas”, pero odio a la mujer a final de cuentas.

Si soy lesbiana y no quiero tener sexo con alguien que se define mujer pero sigue teniendo un pene, no es ningún “techo de algodón”, es mi derecho como mujer a no querer tener sexo contigo.

    Soy mujer. Y si digo que soy mujer sin colocar el “cis” primero, no es porque esté siendo fóbica, es porque soy mujer y nadie tiene derecho a querer invisibilizarme por ello, a querer cambiarlo, a querer hacer de lado mi lucha y la de todas mis compañeras durante largo tiempo solo para validarse. Ser mujer no es un sentimiento, una emoción, una forma de vestir o una expresión designada; es algo con lo que se me formó desde niña por lo que tenía entre mis piernas; y si no lo entiendes…

    Si no lo entiendes, entonces deberías ser tú quien cuestione sus privilegios.

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