El juglar se ha marchado
Un día decidió partir a las tierras bajas
Donde la sonrisa es gris, donde muere el sol.
En los libros de sumaris conoció la ley
que aprisiona a los enfermos de aquella región.
Y esa historia dividió su corazón,
y esa historia dividió su corazón.
El Juglar se ha marchado / Arturo meza
“Cuando estalló el movimiento, fui a ver a Oscar Chávez, para invitarlo a hacer un evento en el Zócalo, pero no quiso. Me dijo que él tenía un nombre que cuidar”, fue lo que me contó Arturo, ese invierno del 99, cuando por primera y única vez, visitó Cancún. En esa ocasión, o invitamos como Colectivo Rincón Rupestre, le propusimos tener un evento en ese espacio y otro en la casa de la cultura, quedándose con lo que resultara de las entradas. Accedió sin chispar, aún a sabiendas que era un albur, pues, los músicos underground e independientes, tienen un público reducido.
En ese entonces yo no pasaba de los 20 años, pero me gustaba su música y literatura. Hoy, a 20 años de distancia, puedo observar con mayor detenimiento la profundidad de sus letras y la pesades de mucha de su sonorización. Puedo decir que Arturo, fue un profeta cuerdo en un mundo de locos. “Cuando saqué mi disco de 70 centavos, me decían que estaba mal, que el país iba muy bien y que sólo me metería en problemas. Luego llegó el zapatismo a darme la razón”, me comentó en ese encuentro aquí en Cancún.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que ha sido uno de los pilares del movimiento rocanrolero en nuestro país, aunque él no se ubique en ningún género musical. Y afirmo lo anterior, porque, al igual que muchas bandas como Pace and Love, Ritual, Dugs Dugs, entre otros, que empezaron a romper piedra desde la década de los 70, Arturo da a conocer su primer casete titulado “No vayamos a irnos sin el mar”, en 1984, pero participando desde antes en varios proyectos musicales. Si bien, se le adjetiva al denominado movimiento de rock mexicano a bandas como Caifanes, La maldita Vecindad, etc., no podemos negar que quienes rompieron de fondo las barreras y estigmas que llevaba el rock, desde Avándaro, fueron los músicos independientes y autogestivos.
Sin Título: Una anticipación a la época contemporánea
En el correr de los siglosvan en busca del rastro de la gran señalhacia la copa,
que emana la luz
que apaga la sed de los puebloshacia el misterio.
El Monte de los Equinoccios / Arturo Meza
En 1987, bajo el sello Gente de México, sello creado por el propio Arturo, sale el disco “Sin Título”. Un disco que, desde su lanzamiento y distribución de mano en mano y en conciertos del autor, fue bien acogido por la banda. Con una letra profunda de poesía musicalizada, Arturo combina la pesadez de sus notas, en su mayoría de tonos menores, con visiones de un pasado que nos llevan a entender el presente para saber por qué estamos en este ahora incierto. Así, el disco inicia con “Pandilla de carniceros”, rola que narra las atrocidades que hieran los conquistadores cristianos, desde las cruzadas hasta hace rato, teniendo como fundamento la cruz y espada. Se puede leer o escuchar, si buscas la rola:
Los vi arrojar esclavos al mar, beber la sed de la soledad,
los vi arrastrarse en invierno, buscando alguna señal,
de una lluvia celeste.
Los vi arrancar en pedazos, las carnes del sueño,
degollar a los niños, llorar a carcajadas,
buscando a dios en la locura.
También se cuestiona un nacionalismo absurdo forjado en símbolos que pierden sentido al chocar con una realidad cruda que destierra a sus hijos, en la que el águila vuela dejando vivir a la serpiente, para después sentenciar que de esta tierra nos iremos cansados, y que ellos nos esperan en un rincón del infierno. ¿Pero quiénes son ellos? Quizá nosotros al dejar esta tierra de dolor, no lo sé, lo que sí, es que todos somos hijos de Caín, o como diría Meza en la rola que le da nombre al título del album:
Todos fuimos un lagarto
un reptil con el veneno a cuestas
fuimos muertos fuimos sangre
fuimos vivos infertiles y secos.
¿Qué maldición ha llegado a estas moradas?
¿Qué aspereza del tiempo recorre lentamente
nuestras venas hasta volvernos ceros uno al otro?
“Hasta volvernos ceros uno al otro”, y es esta, una de las visiónes qué, hace 40 años, Arturo profetizaba. Y es que su generación fue producto de la rebeldía y la resistencia, ellos, vivieron de cerca el 68, el 71, el hambre, la miseria, la Guerra Fría, las dictaduras militares y el Prisidencialismo autoritario. Por eso se entiende que en su búsqueda, la música y las letras fueran una trinchera de resistencia y cambio. Asi lo podemos ver en otros compañeros contemporáneos de él, como Rockdrigo, Roberto González, Gabino Palomarez, entre otros. Jóvenes que antes de los 20 años, ya estaban dejando presendetes en el imaginario colectivo, sobre todo de los jóvenes subterráneos.
Los padres envejecen sin su rostro,
saben que la muerte ya no basta,
y en sus ojos ya no estan sus ojos,
sino la tristeza de este obscuro bosque.
La tristeza tambien ha envejecido,
envenenada en el castigo,
delirando y mintiendo su lugar,
al lado de los palidos y amargos
habitantes de este jardin.
Una generación vacía, sin rostro
Si tu quieres caerán las fronteras,
si tu quieres se calmará la tormenta,
si tu quieres te cantaré en una lengua.
No habrá presos ni razas ni banderas y ni credos.
Amor para siempre / Arturo Meza
La vejéz del espíritu ha llegado a esta época, en la que la inteligencia artificial, las comunicaciones, la internet y el neoliberalismo voraz, nos han alejado cada vez más de nosotros mismos, en un aparente libertad, en la que sólo “existe” mi percepción de la realidad, borrando todo lo que frente a mi, me lastima y hiere. La realidad en este momento, es despreciada y la ficción se vuelca sobre nosotros afirmando incluso, que estomos frente a la posverdad. La era líquida es efímera y las nuevas generaciones siguen buscando, pero sólo lo que la pantalla y sus emociones les dictan. Alguna vez Foucoult afirmo que, históricamente se buscaba el control de cuerpo, pero ahora todo ha cambiado, se busca el control de la mente y el espíritu, y lo más triste, es que ni siquiera sabemos que no lo sabemos. El monumento al ego, no es más que el desprecio al yo. Se sube una foto a alguna red social, pero cuando la ves, te desconoces, porque de ti no queda nada, más que la aprobación social de una ficción, auqneu en el fondo explotes de dolor, y entonces se cumple la profesía:
¿Te imaginas unos ojos hundidos en la tempestad?Una generación dormidasin rostro.
Alguien que nos susurrapor la calles grises de la ciudadla ausencia de la ternuray en su lugar toneladas de soledad.
La personalización del todo, nos ha llevado al límite de la individualidad, el concepto de hombre, como especie, se funde en el extremo del yo, que aniquila el sentido de la otredad, en una falta de intolerancia que, al mismo tiempo, llega al límite de la intolerancia, y es que, diría Zizeck, debemos defender la intolerancia, sin ella, los límites se pierden, y el sentido del yo, frente al reconocimiento del otro en su diferencia y el conflicto mismo, se hace añicos, por lo tanto, la historia se detiene y quedamos supendidos en la nada. Porque
¿Te imaginas una historia escrita con la verdady no por tipos que ríen tras un antifaz?Mira bien tus manos, no presumas de libertadhay alguien que aguarda en el umbralpara hacerte claudicar…
Pasan los dias sin huellapegado al televisor,
te dicen que hay muchas formasde mitigar tu dolorde confesar tus pecados, de olvidar.
Esta es la época del olvido, del sin sentido, del sin rostro que alguna vez narrara Arturo en sus rolas hace ya más de 20 años. La soledad grita en colectivo, la ignominia se encuentra bajo las sábanas y creemos que tenemos todo en nuestras manos, cuando ellos son los que nos tienen en las suyas. Hemos extraviado la memoria y aún así, en el viento gritan los 43, las madres de la plaza de mayo, las víctimas de desaparecidos, los crímenes de estado. Por eso, basta decir, que la función social del músico o poeta, es reventar cabezas y sembrar conciencia en otras, agitarlas hasta recuperar la memoria, que no es otra cosa que recuperarnos… porque, ¿si ellos lo hicieron -músicos como Arturo, León Chávez Texeiro, Gabino Palomarez-, por qué nosotros no?
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